CUENTO: LALA Y EL CARACOL (familia adoptiva e hija trans+)
martes, 18 de octubre de 2022
Ilustración del cuento Lala y el caracol. |
"Lala y el Caracol, las personas LGBTI+ y el arco iris del reino animal".
Portada del cuento Lala y el caracol |
Ilustración del cuento Lala y el caracol. |
Portada del cuento Lala y el caracol |
Ilustraciones del cuento |
Este cuento ya está disponible en papel y en versión electrónica. También está disponible más abajo en versión texto y en VIDEO-CUENTO.
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La Federación Andaluza Arco Iris y la asociación de Familias por la Diversidad presentan "Cáster y las estrellas, mi hermana pequeña es intersex", el cuarto de los cuentos de la colección “Érase una vez… el arco iris”.
El cuento "Cáster y las estrellas" está inspirado en la historia real de Caster Semenya, mujer intersex sudafricana y abiertamente lesbiana y campeona del mundo de velocidad.
En el cuento la familia protagonista muestran con naturalidad la infancia de quien podría ser una niña intersex, y el proceso de elección de un nombre neutro.
Además, en esta historia se menciona la existencia natural de especies hermafroditas, como los caracoles y las estrellas de mar.
La colección de cuentos "Érase una vez... el arco iris" apuesta por una educación abierta y plural en la que las familias facilitan juegos de todo tipo para el desarrollo integral de cada persona, más allá de su identidad, orientación o genitalidad.
AQUÍ disponible en VIDEO-CUENTO en YouTube, perfecto para usar en clase y como material más accesible:
“Todos los cuerpos son diferentes”
Un cuento sobre la DIVERSIDAD, la ACEPTACIÓN y la GRATITUD.
Idea Original: Gonzalo-Félix Jawara Tuntiak
Editorial: Barbara Gittings - Federación Arco Iris LGBTI+
Era el mes de enero y aquella noche todo iba a salir bien: la luna brillaba en el cielo y algunas estrellas parpadeaban, ¡como si nos guiñaran un ojo!
La abuela había venido a nuestra aldea para ayudar al nuevo bebé a salir de mamá: ¡su barriga estaba enorme! Y yo tenía muchas ganas de conocer a esa nueva personita.
Papá decía que prefería que fuera niño. Mamá quería una niña. A mí me daba igual, porque yo lo que quería era… ¡¡¡alguien con quien JUGAR!!!
Entre gritos y llantos, por los dolores del parto, aquella noche mamá dio a luz después de un buen rato. ¡por fin el bebé había llegado!
La abuela colocó al bebé en los brazos de mamá y entonces me di cuenta: ¡el bebé tenía una manchita preciosa con forma de estrella justo en mitad de la frente!
¡Qué cara más bonita!, dije yo. Y la abuela añadió: ¡Es un niño! Y entonces papá, acercando su cara al bebé, preguntó extrañado: ¿o es una niña? Mira sus genitales… ¡tienen la forma de una orquídea!
¡Menuda sorpresa! ¿Cómo saber entonces si era niño o niña? ¿o tal vez era niño y niña a la vez? ¿Cómo podríamos averiguarlo?
De repente, un rayo de luna arco iris entró por la ventana y el bebé empezó a reírse. Su alegría se contagió en la choza: primero la abuela, después papá y mamá, luego yo… ¡ya no podíamos parar de reír!
Una hora después mamá, papá y el bebé se habían dormido… Solo estábamos despiertas la abuela y yo, y juntas salimos a dar un pequeño paseo hasta la aldea vecina.
En la aldea vecina vivía un hombre sabio al que muchas personas de toda Sudáfrica acudían para encontrar respuestas.
Al llegar a su puerta, el anciano nos esperaba en una silla, mirando el cielo. Sin decir ni preguntar nada, señaló una pequeña estatua de una persona que tapaba su entrepierna… ¡con una orquídea!
Yo abrí los ojos como platos y grité “¡es como el bebé!”. Y el anciano dijo: “la madre naturaleza es sabia y la diversidad es uno de sus regalos maravillosos”.
Nos explicó que hay especies animales en las que un mismo ser tiene a la vez órganos de macho y de hembra. “Les llamamos hermafroditas”, dijo el anciano.
“Hermafroditas”, repetí yo. Y el anciano continuó: “Por ejemplo, esto ocurre en algunas especies de caracoles, estrellas de mar…”
“¡Ah! ¡El bebé tiene una estrella en la frente!” grité al recordar la manchita de nacimiento. ¡Es una señal! ¡es hermafrodita!
El sabio me interrumpió: “¡Ojo! Para las personas no usamos la palabra hermafrodita… mejor decir intersex.”
“Entonces, si el bebé es intersex… ¿he tenido un hermanito, una hermanita… o ambas cosas?”, pregunté yo.
“Paciencia. Tendrás que esperar años antes de poder saberlo, así que será mejor que mientras tanto elijáis un nombre neutro, que la gente use para ambos géneros”.
“¡Años!” Grité de nuevo, nerviosa. “¿Cuántos años? ¿Por qué hay que esperar tanto?”
“Primero hay que esperar a que la personita aprenda a hablar, porque es ella quien debe decíroslo. Cuando tenga entre 3 y 5 años podréis preguntarle:
¿Qué sientes en tu corazón?
¿Eres un niño, una niña, ambas cosas o ninguna de las dos?
Y en cuento el anciano hubo terminado de hablar, un destello arco iris iluminó el lugar, igual que había ocurrido en la choza justo antes de que el bebé comenzara a reír.
La abuela agradeció al anciano sus palabras y retomamos el camino de vuelta a nuestra aldea. Tras andar unos minutos, presentí que el anciano tenía algo más que contarme.
“Abuela, espérame un momento” y corriendo volví hasta su choza. Él, al verme, me dijo “¿Has notado el destello arco iris hace un rato?”. Y yo respondí que sí.
“A partir de ahora es muy importante que te fijes en las señales que la vida te quiere mostrar, igual que notaste la mancha en la frente del bebé”, continuó el sabio.
“¿Te has fijado esta noche en la Luna?”, pregunto él. Y de nuevo respondí que sí.
“La Luna está contenta con el nacimiento del bebé y ha enviado un camaleón para protegerlo. Recuerda: cada vez que el camaleón se acerque podrás ver su destello arco iris.”
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda… ¡¡¡De nuevo un rayo de luna arco iris nos deslumbró!!!
El anciano siguió hablando: “Es tu elección: tú decides si creer o no lo que te digo. En cualquier caso, si te sientes preparada para verlo, el camaleón se aparecerá ante ti.”
Con mucha energía dije ¡SÍ!… y en ese mismo instante pude ver al camaleón arco iris ante mí, inmóvil. Y me habló, con calma y serenidad:
“Como hermana mayor tienes una importante misión: acompañar al nuevo bebé en su camino, mostrarle las cosas que tú ya has aprendido y darle mucho cariño”.
El camaleón continuó, de nuevo con lentitud: “Y yo estaré siempre aquí, para acompañaros y daros señales que os ayuden a tomar la mejor decisión en cada momento”.
Y tras decir esas palabras, el camaleón desapareció de nuevo, dejando en su lugar un surco arco iris que se elevaba hacia la luna.
Yo di las gracias al anciano por haberme presentado al camaleón y corrí hasta el lugar donde la abuela me esperaba.
Cuando llegamos a la choza, mamá, papá y el bebé aún dormían… y como era muy tarde, la abuela y yo también nos acostamos.
A la mañana siguiente, al despertar, pensé que todo había sido un sueño. Sin embargo, ¡era real! El bebé intersex había nacido… ¡y el camaleón estaba en la ventana!
Nadie más parecía verlo… tan sólo yo.
Mientras desayunábamos, la abuela contó todo lo que habíamos aprendido sobre los caracoles y las estrellas de mar.
Y entonces llegó el momento de decidir el nombre del bebé. Papá y mamá, tal y como nos había propuesto el anciano, decidieron usar un nombre neutro:
“¿Cáster?”, dijo mamá mirando al bebé… y el bebé rio. En ese instante, un reflejo arco iris recorrió el interior de la choza: ¡Al camaleón le gustaba el nuevo nombre!
“¡Te llamaremos Cáster!”, dije yo…
Y la abuela, algo preocupada por lo que dirían los cotilleos de la aldea, preguntó: ¿Y qué diremos a la gente cuando nos pregunten si Cáster es niño o niña?
“La verdad”, dijo papá. “Hasta que Cáster no nos diga lo que es, no podremos saberlo. Mientras, bastará con mencionar que Cáster es una personita intersex.”
Y de nuevo un destello arco iris iluminó la choza. El camaleón estaba de acuerdo con ser transparentes y decir la verdad.
Cáster y yo crecimos muy rápido. Como hermana mayor, cumplí bien mi misión: le enseñaba lo que yo aprendía y jugábamos a todo lo que me pedía: muñecas, fútbol…
Cuando Cáster cumplió 4 años recordé la pregunta del anciano y le dije: ¿Tú eres un niño, una niña, ambas cosas o ninguna? Y Cáster respondió: “Yo soy una niña libre”.
Y así era: mi hermana era una niña libre que hacía lo que más le gustaba. Y lo que más disfrutaba Cáster, igual que el camaleón, era andar con los pies descalzos por el campo.
A veces Cáster corría tanto que, al parar, no reconocía el lugar en el que estaba. Entonces, el camaleón guiñaba un ojo y la traía de vuelta sin que nadie se diera cuenta.
Cada semana que pasaba Cáster corría más rápido. Era ya casi tan veloz como la luz del sol. Si mamá le pedía llevar algún recado, Cáster en un plis-plás lo había entregado.
Para ir al colegio, Cáster nunca quería coger el autobús: ¡a correr! Mi hermana era, sin duda, la niña más rápida de todas las aldeas de la zona…
Y cuando empezó a ir al instituto descubrimos, gracias al campeonato nacional, que Cáster era la joven más rápida de todo el país…
Pocos años después, en el campeonato del mundo, Cáster ganó la medalla de oro en velocidad: ¡se había convertido en la mujer más rápida del mundo!
Y ese día, al recoger la medalla, un destello dorado iluminó a quienes aplaudían con entusiasmo. Esta vez el camaleón arco iris en color oro se había transformado.
Mi hermana Cáster ahora es una estrella y gente de todo el mundo la conoce. Se ha hecho famosa gracias a hacer lo que más le gusta: ¡¡¡ CORRER !!!
Desde el día en que nació con esa manchita en su frente, para mí Cáster es una estrella que nos recuerda, con su luz, que cada cual brilla cuando hace lo que más le gusta.
¡Gracias, Cáster, por ser tú!
¡Gracias, camaleón arco iris, por acompañarnos!
Una de las ilustraciones que forman parte del cuento. |
ILUSTRACIÓN que forma parte del cuento |
CUENTO “HIKARU Y EL DRAGÓN”
La Federación Andaluza Arco Iris y la asociación de Familias por la Diversidad presentan "Hikaru y el dragón", el tercero de los cuentos de la colección “Érase una vez… el arco iris”. (Encontrarás el texto completo del cuento más abajo)
Disponible en Amazon Kindle, haz click aquí para acceder a la versión e-book y en papel disponibles en Amazon.
El cuento "Hikaru y el dragón" y su familia protagonista muestran con naturalidad la infancia de un niño trans+, y el proceso de cambio de nombre en esta familia compuesta por un padre japonés y una madre china.
En este cuento, además, se presentan el Yin y el Yang, términos de origen asiático que se refieren a las energías femenina y masculina presentes en todo lo que existe en la Tierra, incluidos los seres humanos.
"Hikaru y la Luz" apuesta por una educación abierta y plural en la que las personas adultas facilitan juegos de todo tipo para el desarrollo integral de cada persona, y de sus dos energías, la femenina y la masculina.
También disponible en VIDEO-CUENTO en YouTube, perfecto usar en clase y para usar como material más accesible:
EXPOSICIÓN “MANGA Y ANIME LGBTI+”
"Hikaru y la Luz" es uno de los recursos educativos incluidos en la exposición “Manga y anime LGBTI+”, disponible en internet para su uso en centros educativos….
Esta exposición presenta comics y dibujos animados japoneses que, al igual que este cuento, pretenden despertar la consciencia y educar en el respeto a la diferencia, mostrando con naturalidad la diversidad de familias, cuerpos, identidades y gustos.
PORTADA DEL CUENTO |
Era el mes de febrero y los cerezos de Okinawa empezaban a florecer. Mitsuo, nacido en Japón, había conocido varios meses antes a Li, una joven de origen chino cuya familia había emigrado al país del Sol naciente. Hoy, por primera vez, disfrutaban en pareja de la tradición local de observar la belleza de las flores. En aquel parque la brisa del mar y el olor de las flores de cerezo inspiraron a Li y Mitsuo para tener un bebé. Mientras, escondido entre las ramas de uno de los árboles, un pequeño dragón arco iris escuchó el deseo de la pareja y decidió concedérselo. Y aquella noche, fruto del amor que sentían, el bebé comenzó a formarse en el vientre de Li.
En sueños, el dragón contó a la pareja y al ser creciente su regalo: “Vuestro amor es tan grande que daréis a luz una criatura muy especial, un niño trans. Él será mezcla visible de las 2 energías que lo mueven todo en este mundo: el Yin y el Yang. Será, además, una persona valiente, honesta y transparente. Será un maestro del arco iris que iluminará a quienes se crucen en su camino. Con su ejemplo, enseñará el valor de escuchar al propio corazón y de vivir integrando lo femenino y lo masculino que habita en toda persona”. Por la mañana, al despertar, Li y Mitsuo sonrieron: ¡podían recordar prácticamente todo el sueño! Todo, menos la parte donde el dragón decía que sería “un niño TRANS”. Ella recordaba el bebé precioso del sueño, con una manchita circular en la frente. Él, por su parte, recordaba al dragón arco iris repitiendo las palabras “Yin y Yang”.
Al medio día, mientras comían, Mitsuo vio algo extraño en su plato: ¡era el símbolo del Yin y el Yang en la sopa! Y es que el dragón lo había dibujado con disimulo… para darles una nueva señal. Mitsuo preguntó a Li: “¿Tú podrías explicarme qué es el Yin y el Yang? Tan sólo sé que es una filosofía de origen chino, igual que tu familia”. “Yo puedo enseñarte. Compartiré contigo lo que mi madre me contó en mi infancia,” contestó Li, sonriendo. “Cada persona, sin excepción, tiene dentro de sí las dos energías… la femenina y la masculina, igual que cada jornada tiene siempre noche y día”, le explicó Li. Li contó a Mitsuo que el Yin y el Yang es algo similar a la relación entre la Luna y el Sol: “Siempre están en el cielo, aunque, a veces, no sean visibles”. Mitsuo comprendió que cada cual tiene una combinación diferente de ambas energías: hay quien tiene más energía femenina que masculina y otras personas, en cambio, tienen más energía masculina que femenina… Gracias a Li, Mitsuo estaba aprendiendo lo importante que es aceptar y manejar ambas energías de manera equilibrada... sin olvidar ninguna de las dos.
Pasaban las semanas y la barriga de Li crecía cada día. Cada noche Mitsuo colocaba su mano en el pecho de Li y ella colocaba la suya sobre el pecho de él para escuchar sus corazones, sincronizar sus latidos y acrecentar su unión. Después de un rato, cada cual ponía su otra mano en la barriga de Li… y así conectaban los tres corazones de la familia que estaban creando. Cada mes iban al hospital para una revisión de la barriga de Li y observar la salud de la nueva mamá y del bebé. En la sexta visita la doctora, tras mirar la ecografia, les dijo “Todo está bien. Es una niña”. Y Mitsuo y Li, al unísono, dijeron: “Si es niño o niña nos da igual, porque todas las personas tenemos Yin y tenemos Yang”. Esa tarde, al llegar a casa empezaron a buscar nombres japoneses de niña y eligieron Hikaruko, que significa LUZ. Además, tomaron una decisión importante: cuando Hikaruko naciera le enseñarían a utilizar las dos energías, tal y como el dragón había mencionado en el sueño.
Hikaruko nació bajo la mirada atenta del dragón y con una manchita linda en la frente: era el símbolo del Yin y el Yang. Y mamá recordó la imagen de aquel primer sueño, y papá recordó al dragón. Y como tenía vulva y vagina, dijeron a todo el mundo que era una niña y que la llamarían Hikaruko. Y es que Li y Mitsuo seguían sin recordar que, en realidad, habían tenido un niño TRANS… y no una niña. Poco a poco Hikaruko fue creciendo, siempre con la compañía del dragón arco iris, aunque ni papá ni mamá podían verlo. El dragón lo protegía en sus caídas cuando empezaba a gatear. De vez en cuando acariciaba su manchita y le susurraba palabras de sabiduría al oído, para guiarle en su camino en la Tierra. Papá y mamá le enseñaban a jugar con muñecas y balones, con espadas y cocinas, con tambores y flautas… e Hikaruko disfrutaba de todo. Todo estaba bien. Le gustaba ponerse pantalones y faldas, vestidos y chandals… y a papá y mamá les parecía bien, porque sabían que es importante respetar la libertad de cada cual.
Al cumplir los 3 añitos, mamá dijo a Hikaruko: “La próxima semana iremos al templo budista para celebrar el Shichi-go-san, tal y como hacen todas las familias con niños y niñas que han cumplido los 3 años”. Hikaruko sonrió. Le apetecía mucho participar en esa fiesta de la que ya había oído hablar otras veces. Papá añadió: “Entonces tenemos que preparar el vestido tradicional de niña para la ceremonia”. E Hikaruko repitió frunciendo el ceño: “¿el vestido tradicional de niña?” Tras un breve silencio, el dragón le susurró algo al oído e Hikaruko se expresó con claridad: “Papá, mamá, creéis que soy una niña porque tengo vulva y vagina. En realidad, yo soy un niño, un niño con vulva y vagina: ¡Un niño trans!” Y en ese momento Mitsuo y Li recordaron de golpe, por primera vez, la frase del dragón en el sueño: “Vuestro amor es tan grande que daréis a luz una criatura muy especial, un niño trans”. Y Mitsuo, abriendo los ojos como platos, dijo: “¡Qué fallo! ¡Al nacer deberíamos haberte puesto un nombre de niño!” E Hikaruko respondió sonriendo: “Eso tiene fácil solución: podéis llamarme Hikaru, que es nombre de niño.” Mamá y papá se miraron, abrazaron a su peque y repitieron al unísono: “¡Te queremos, Hikaru!”
Un rato después de aquel abrazo lleno de amor, papá, con cara de preocupación, dijo: “Entonces… ¿a partir de ahora sólo tenemos que darte ropa y cosas de niños?” En ese preciso instante una corriente de aire levantó el velo que impedía a Mitsuo y Li ver al dragón. Se sorprendieron. “Kon'nichiwa”, saludó el dragón. “Durante 3 años habéis hecho lo que cualquier familia debe hacer: proteger con amor, dejar espacio para la libertad y enseñar a jugar a todo tipo de juegos para que cada peque elija lo que le gusta… Ahora os toca seguir haciendo lo mismo, respetar lo que Hikaru os pide, sabiendo que antes, ahora y siempre, igual que cualquier persona… Hikaru tiene en su interior las dos energías, femenina y masculina. Y sobre tu pregunta, Mitsuo, ¡ni las ropas ni las cosas son sólo de niñas o de niños! ¡Todo es para quien quiera y pueda usarlo! Y sobre los vestidos tradicionales… ¡Ya ha llegado el momento de cambiar la tradición!”, concluyó el dragón. Entonces Hikaru añadió: “¡Sí! ¡Y que cada cual se ponga la ropa que quiera! ¡Yo para ese día quiero vestirme con una mezcla de los dos vestidos tradicionales! Y ese día usaré por primera vez fuera de casa mi nombre elegido… ¡Y así todo el mundo sabrá que soy un niño!”
Los primeros días a mamá y a papá les resultaba difícil acostumbrarse a la nueva terminación en “U” de HikarU. No es que fuera difícil, es que las personas adultas suelen necesitar un tiempo para adaptarse a los cambios. Así que, para facilitar el proceso del cambio al nuevo nombre, el dragón les dio un sencillo truco: escribir en el espejo del cuarto de baño las palabras “Nuestro hijo HikarU”. Y así lo hicieron. Y funcionó. Pues cada mañana, al levantarse, Li y Mitsuo entraban al baño, veían el nombre escrito en el espejo y ya no olvidaban en todo el día el nombre elegido por su hijo. Algo parecido hicieron en la guardería, donde la maestra, para recordar el nombre elegido, pidió a Hikaru que se dibujara a sí mismo en una cartulina grande y en ella pintaron las letras de su nombre, terminado en “U”. Quienes no tuvieron ningún problema con el cambio de nombre fueron los amigos y las amigas de Hikaru. Y es que, cuando somos peques, suele ser muy natural aceptar la diversidad.
El día del Shichi-go-san llegó y algo maravilloso pasó: ¡Otros niños y otras niñas vestían, felices, trajes tradicionales mezclados! ¡Igual que Hikaru! Y en mitad de la celebración el dragón se hizo visible para todo el mundo, enorme y majestuoso, y, colocándose a los pies de Hikaru, le guiñó un ojo. Hikaru, rebosante de alegría, se subió de un salto a lomos del dragón y juntos comenzaron a volar por encima del templo, envolviendo el lugar con los colores del arco iris y llenando de amor a la diversidad los corazones de todas las personas presentes. Y desde el cielo Hikaru habló para todas las familias: “Me encanta ver que cada peque puede vestirse como quiere, porque seamos niño o niña, tengamos pene o vagina, todas las personas tenemos las dos energías, femenina y masculina”.
Hikaru siguió creciendo y continuó poniéndose cada día la ropa que quería, sin importarle lo que los demás pensaban o decían, porque desde peque su familia y el dragón arco iris le habían enseñado a escuchar su corazón y a vivir en libertad. Mitsuo y Li siempre habían sentido amor por Hikaru. Ahora, además, su corazón se llenaba de alegría al ver cómo el mundo cambiaba gracias a su hijo trans: su mera presencia y ejemplo iluminaban a todas las personas que, con un corazón puro, se cruzaban en su camino. Porque, recuerda, Hikaru significa “LUZ”. Y el dragón, de vez en cuando, recuerda a Mitsuo y a Li aquello que les dijo en el sueño: “Vuestro amor es tan grande que daréis a luz una criatura muy especial, un niño trans. Él será mezcla visible de las dos energías que lo mueven todo en este mundo: el Yin y el Yang. Será, además, una persona valiente, honesta y transparente. Será un maestro del arco iris que iluminará a quienes se crucen en su camino… y enseñará el valor de escuchar al propio corazón y de vivir integrando lo femenino y lo masculino que habita en toda persona”. Y colorín colorado, este cuento de un niño trans y su dragón alado, se ha acabado.